marzo 22, 2015

Punto de partida


Una ocasión entramos mi hijo y yo a una tienda de mascotas cuando vivíamos en Pachuca, mi niño tenía 3 años en ese entonces y estábamos viendo unos reptiles que estaban exhibidos en un terrario. Tenían cola larga y eran de color verde, se asemejaban un poco a las iguanas. Mi hijo los vio y me preguntó como se llamaban, en la cédula de identificación decía; "Basilisco", así que le dije: "basilisco". 

Iguana verde
Basilisco verde
Al mismo tiempo que nosotros los observábamos se acercó una niña que parecía de la misma edad que mi niño, estaba acompañada de su mamá, su hermanito y su nana. La niña oyó cuando dije la palabra "basilisco", y le preguntó a su mamá como se llamaba ese animal, a lo cual su mamá respondió: "iguana". La niña extrañada volteó a verla, como cuestionando la veracidad de la palabra; mi hijo también escuchó y me dijo: "pero no se llama iguana se llama basilisco".

La mamá apenada se acercó a leer la cédula de identificación, claramente decía: "Basilisco". La mamá decidió pronunciarla: "basilisco", pero añadió: "basilisco es una palabra difícil, mejor dile iguana".

Y así se retiró con sus hijos y la nana.


En ese momento me pregunté acerca de las "palabras difíciles", y cómo los adultos vamos condicionando a los niños desde pequeños que eviten decir ciertas palabras: las palabras prohibidas, como las groserías, y ahora añadía una nueva categoría, las palabras difíciles.

Haciendo memoria también recuerdo como desde niña, cuando iba al zoológico, observaba como la gente evitaba leer las cédulas de identificación de los animales y se la pasaban nombrando como creían que se llamaba ese animal, por ejemplo comúnmente confunden al "alce" con el "reno". Y la cédula está presente. En esos momentos me preguntaba, ¿o realmente no saben leer o es tanta la flojera por leer el letrero?

En esta "era del vacío", de la "modernidad líquida" como menciona Lipovetsky, cada vez es más común ver a la gente que evita leer. A pesar de que en el día a día nos topamos con una abundancia de textos escritos, las personas simplemente no leen.

Leer implica esforzarnos, es un proceso complejo y cambiante Tal vez, sea una de las razones por las cuales la gente evita leer, si vivimos en un entorno donde predomina lo instantáneo, lo rápido, lo esporádico como la fast food. ¿Será que la lectura se valore por esos mismas cualidades? Que sea instantánea, que sea esporádica, que no tenga que esforzarme.

Si es así, ¿cómo cambiar esta perspectiva? 

Regreso entonces a la niñez. Sentar las bases, desde los primeros años de vida, de una valoración distinta de la lectura y la escritura, de la importancia que tiene, y del gusto que podemos desarrollar hacia estos procesos, me parece fundamental.







marzo 13, 2015

Ensayando...


Estas tres semanas he tenido algunas dificultades para poder trabajar con mi grupo de estudio, los niños de 2 años de la estancia infantil de la UNACH. Aunque mis observaciones han sido breves y no he convivido directamente con ellos, he podido tomar nota del entorno en el que se encuentran. También he tenido la oportunidad de conseguir recursos bibliográficos que me resultarán útiles en la investigación y me he dado el espacio para ir planeando algunas actividades con las que me gustaría trabajar con los niños. 
Este día puse en práctica una de estas estrategias con el grupo de preescolar de mi hijo, Bruno tiene 5 años, y en su escuela cada 15 días la mamá de alguno de los niños va a contar un cuento al grupo. Hoy fue mi turno, Bruno me pidió que llevara a su títere favorito, un changuito de tela, para narrar el cuento. La estrategia que planeé fue contarles una historia que Bruno me contó y yo transcribí, después les llevé unos changuitos de papel y hojas blancas para que le hicieran un escenario y contaran su propio cuento. Noté entusiasmo al momento de realizar la actividad, y me agradó que los niños tuvieran deseos de narrar una historia que fueron estructurando mientras dibujaban.
Aquí dejo la transcripción del cuento de Bruno, y el audio del ejercicio de hoy.

El libro de los monos
Bruno Núñez   
Edad: 5 años
        Había una vez un mono llamado "Monito", estaba sentado afuera de su casa tomando agua de naranja hasta que volteó la cabeza y encontró un tesoro de oro, pero un pirata se lo robó. Cuando "Monito" se dio cuenta hizo unos planos para construir su propio barco. Con su barco pudo llegar al barco del pirata y tomó su tesoro rápidamente, antes de que el pirata lo descubriera.
        Después se fue de rama en rama hasta llegar a su casa, que era un agujero que estaba en un árbol, y le enseñó su tesoro a su mamá. De pronto se dieron cuenta de que el pirata andaba cerca y se fueron con todas sus cosas de rama en rama. Como el pirata no se dio cuenta de que pisó dónde no había una rama, se cayó.
        "Monito" y su mamá encontraron un nuevo árbol alejado de todos los piratas del mundo, donde pudieron vivir felices.
Fin